Por Ricardo Bustos
No se si será porque nosotros, los seres humanos «de a pié» influenciados por la cultura, actitudes, emociones o el exceso de confianza, últimamente estamos ante una falta de apego a la vida que asombra por su dimensión o el mundo está cambiando tanto que deberemos aprender a vivir de manera diferente.
La diaria noticia cruel, nos muestra que las pruebas son irrefutables. Todos los días, ya no hace falta abrir el Diario porque en su portada aparece alguna imagen con una moto y la ambulancia, síntoma inequívoco de algún accidente con heridos o víctimas fatales por choques con otros vehículos o caídas por impericias, alta velocidad o alguna extraña ingesta.
Estas noticias las podemos trasladar a cualquier parte del país, sin temor a equivocarnos, y agregando como sustento a la información, un cúmulo de faltas graves que cometen los ciudadanos que se conducen en motocicletas y aquellos que deben controlarlos.
No es raro ver a algún agente de Policía circular en moto sin el casco protector reglamentario o también motociclistas que llevan el casco colgado del brazo como si fuera una cartera de mujer y si buscamos algo mas grave aún, es la foto clásica en donde vemos que Mamá y Papá llevan el casco en su cabeza pero el bebé en brazos no tiene ninguna protección.
Hay Ciudades en donde se tiene como algo normal que las motos avancen sobre la mano derecha, algo que por la Ley Nacional de Tránsito está prohibido pero cuando uno consulta, responden que así se lo enseñan cuando tramitan el permiso para conducir. Así las cosas, aquellos que estamos habilitados para conducir automóviles hace muchos años, nos encontramos con sorpresas desagradables toda vez que debemos girar hacia la derecha porque existe el riesgo de llevarnos un disgusto de proporciones si quien conduce la moto tiene alguna caída.
El rodado que viene de fábrica sólo para dos personas, para muchos se convierte en un ómnibus de larga distancia que, además de trasladar a papá, mamá, dos o tres niños, las bolsas del supermercado y algún elemento más, ya que queda de paso para ir a casa, demuestra el desinterés de los protagonistas por cuidarse y cuidar lo más preciado, que es su familia.
A propósito, estuve parado en la vereda de una esquina que tenía habilitados sus semáforos correctamente y angustiado observé la falta de respeto por el comportamiento de unos y otros con respecto al cumplimiento de las normas de tránsito, porque en su gran mayoría los conductores de motos y autos pasaban con luz roja sin importarles quién venía por la otra arteria, y como si fuera poco a gran velocidad.
Primero llegamos a la motocicleta por economía y rapidez, creyendo que ir a un sitio en menos tiempo significaba ir más ligero, y la verdad es que si se cumplen las normas de tránsito ello no es posible, pues todos debemos ir a la misma velocidad y por las mismas manos de circulación.
Un vecino me comentaba que la enorme cantidad de motos circulando, obedece a que existen planes accesibles para adquirirlas en cómodas cuotas, pero también lleva implícita la falta de compromiso por parte del Estado para controlar el comportamiento de los conductores y organizar algún tipo de curso para enseñar a quienes por primera vez tienen en sus manos este tipo de vehículos, nociones de manejo mas intensas porque muchos creen que es como una bicicleta y nada mas lejos de ese pensamiento.
Es muy común que cuando los titulares asisten para tramitar el Registro de Conductor, la prueba resulta ser una vuelta delante del inspector y si no se caen al suelo, está todo bien y deben pasar por ventanilla para abonar y retirar el plástico. Debemos aceptar que es mucha la cantidad de dinero que recaudan los Municipios grandes en concepto de impuesto automotor, sumado a ello, las multas que no son poca cosa, pero de control poco y nada, aunque a los funcionarios no les guste que les digan la verdad.
Quizá la inmadurez, cualquiera sea la edad del protagonista, hace que quien se conduce en esos vehículos sienta en su sangre la eterna juventud y por ello propietario de la vida eterna, sin darse cuenta que la realidad es muy diferente y hay vidas en juego.
El autor es: Locutor Nacional-Comunicador.
Capiovi Misiones, Argentina
DNI 7788556